La paradoja de la ludopatía: perseverar en el juego a pesar de las evidentes pérdidas

En el mundo en el que vivimos estamos rodeados de mucha información que nuestro cerebro debe procesar para que podamos adaptarnos a nuestro entorno de la forma más efectiva posible. Sin embargo, ¿somos conscientes de todos los estímulos de los que estamos rodeados? La respuesta es que no. Imagínese a las 7 de la mañana en el metro. Estamos expuestos a millones de estímulos: el mp3 de la persona que está al lado suya y está tan alto que puede entender casi perfectamente la letra de las canciones, la mujer que está de pie y está tosiendo, un caballero leyendo el periódico y pasa las páginas, las personas que entran y salen del vagón, la conversación que tienen dos amigas, y podríamos escribir páginas y páginas describiendo lo que sucede en ese vagón de metro. Sin embargo, uno no se siente aturdido, ni percibe gran saturación mental  a pesar de todos estos estímulos. Las personas poseemos ciertas estrategias cognitivas para poder seleccionar y procesar la información que es relevante de la gran cantidad a la que estamos expuestos y poder tomar decisiones mucho más rápidas. Todo esto, parece que no tiene mucho que ver con la el tema que tratamos: la ludopatía. No obstante, tiene mucha relación. Estas estrategias cognitivas que hemos intentado explicar con el ejemplo del metro son los heurísticos y sesgos del pensamiento. Los heurísticos son atajos que nuestro sistema cognitivo realiza para poder actuar más rápidamente y; por otro lado, los sesgos son como túneles que nos permiten ver la realidad de una forma distorsionada,  de manera que se selecciona parte de la información.

Aunque todos actuamos motivados por estos heurísticos y sesgos, éstos son especialmente característicos de los jugadores, y son los principales responsables de la paradoja que planteábamos al principio: ¿por qué los jugadores patólogicos mantienen esta conducta adictiva a pesar de las evidentes pérdidas?

Los heurísticos y sesgos no son lógicos ni racionales, incluso en muchas ocasiones son absurdos y poco óptimos. En concreto en la ludopatía tienen la función de reducir la incertidumbre que experimentamos ante una tarea probabilística como el juego, de forma que se  infravalora la influencia del azar. El jugador patológico cree tener un conocimiento específico y racional del juego con el que puede superar el azar. Sin embargo, el hecho de tomar decisiones basándose  en estos sesgos  es totalmente irracional, además de ser imposible superar al azar.

Algunos ejemplos de estos razonamientos irracionales son: pensar que el  número 8751254 es más probable que salga en la lotería que el 000000 cuando en verdad las posibilidades son las mismas, ya que lo que la probabilidad de que salga cada número es independiente del anterior; por tanto, ¿por qué es más improbable que salga un cero en vez de otro número? El jugador en este caso está ignorando que cada número es un suceso independiente del otro.

Los jugadores tienen dos sesgos especialmente característicos que cumplen la función de intentar dominar las probabilidades del azar:

  • Confianza en la suerte: sobrevaloración de posibilidades de ganar. Por ejemplo pensar “hoy es mi día de suerte”

  • Ilusión de control: creer que recurriendo a sus habilidades internas puede vencer el azar.

Llegados a este punto, podemos explicar por qué el jugador sigue jugando a pesar de las pérdidas que tiene:

En primer lugar se debe a la  Ilusión de control: creer que pueden controlar la tarea debido a las habilidades que poseen. Infravaloran el poder del azar, pensando que pueden controlarlo por su precisión, por sus capacidades… cuando en el fondo el resultado depende exclusivamente del azar.

Pero, aún cuando la evidencia demuestra que están perdiendo siguen realizando la conducta de forma impulsiva, ¿por qué esta contradicción? La explicación se basa de nuevo en los sesgos. Los jugadores evalúan los resultados de forma sesgada, es decir, realizan una atribución flexible según los resultados obtenidos: en el caso de lograr un éxito aseguran que se debe a su gran  habilidad en dicho juego; mientras que cuando obtienen un fracaso culpan a la mala suerte de ello.

Hemos de tener en cuenta que éstos representan únicamente dos de los variados sesgos que aparecen en los casos de ludopatía.

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